Los ofidios se clasifican, según su dentición, en cuatro tipos básicos, aunque hay algunos más, pero nos centraremos en los más comunes, ya que los otros son tipos muy especializados según su alimentación, como huevos, caracoles etc…

Aglifos

Este es el más simple y arcaica, ya que no posee ningún tipo de inoculador de veneno, son hileras de dientes, en mayor o menor número, curvados hacía atrás con la función de retener a la presa para que no escape, para ello no basta con los dientes y es necesario utilizar el propio cuerpo con el fin de sujetarla y causarle la muerte por constricción.
Es el típico en pitones, boidos y la gran mayoría de colúbridos.

Opistoglifos

Las serpientes opistoglifas tienen un par de dientes acanalados situados en la parte posterior de la boca, en el maxilar superior, es el sistema más antiguo dentro de las venenosas, ya que no inyectan directamente el veneno, además por lo general son de baja toxicidad, este discurre por los canales del diente hasta la herida, gracias a la presión ejercida en las glándulas venenosas situadas en la base de los mismos, por ello deben “masticar” para que el veneno fluya en abundancia suficiente para que haga su efecto. En este grupo se encuentran algunas subfamilias de colúbridos, el género heterodon pertenece a una de ellas.

Proteroglifos

Este sistema es bastante más avanzado y efectivo, las serpientes proteroglifas poseen dos colmillos cortos delanteros fijos , generalmente cortos, con un canal interior y un veneno muy potente. Los elápidos como cobras, mambas, taipanes, corales verdaderas y serpientes marinas pertenecen a este grupo.

Solenoglifos

Es el sistema más evolucionado y letal, son colmillos huecos, móviles y muy largos, replegados hacía atrás cuando la boca está cerrada, realizan la misma función que una aguja hipodérmica, e inoculan grandes cantidades de veneno profundamente en el tejido muscular. La velocidad con que muerden las hace más peligrosas si cabe, ejemplo de ello son los vipéridos como crótalos y víboras